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Se llamará…

Hará cosa de unas semanas surgió un debate virtual la mar de interesante. El moderador de la página planteó un tema que resultaría pólemico a todas luces, aunque prudentemente pidió respeto en los comentarios.

Más o menos el tema de debate era: Vivo en la ciudad Xergenkolm de un país vikingo. El nombre más popular entre los niños nacidos en el año 2013 ha sido Mohamed. ¿Qué os parece?

Abierta la Caja de Pandora allí se oyeron todo tipo de músicas: melódicas, heavy metal y hasta alguna sicodélica con tintes muy ácidos. En el comentario treinta y tantos me desconecté. El transfondo geopolítico había invadido el hilo y la música se había tornado en auténtica canción protesta…

Pero este debate me trajo a la memoria aquellos tiempos en los que Gata se enfrentaba por primera vez a la ardua tarea de buscar nombre para su gatoking@. Una, criada en un ambiente monocultural con escasa influencia de telenovelas del otro lado del charco y acostumbrada a nombres de lo más tradicionales, tenía ante sí un nuevo reto, en realidad dos: encontrar un nombre que encajara en dos culturas y desde luego presentar a la parte co-creadora vikinga la idoneidad, verbigracia y encanto de los nombres a gusto de Gata.

A decir verdad no sé qué resultó más difícil…

Encontrar un nombre que encaje en dos culturas tan dispares como la de las Hispanias y la vikinga es casi tan difícil como encontrar al sol por estas tierras de Odín en invierno. A ver haberlos, haylos, pero luego ya se sabe, vas en el avión de vacaciones a Hispania junto con otras veinte familias hispano-vikingas y el pasaje se compone de 22 Saras Gómez/García/Díaz/López-Rasmussen/Petersen/Jespersen/Nielsen y los correspondientes hermanos Victor y Oscar o Nicolas (sin acento porque la parte vikinga se ha impuesto). De pronto llamas a tu hij@ y se giran los veintidós Óscares, Víctores o Saras, que, además listos ellos, han sido capaces de reconocer ese timbre característico que imprime a su nombre el progenitor de las Hispanias. Porque seamos sinceros, todos nosotros miembros de éstas nuestras familias biculturales, pensamos en lo mismo: en nombres que nos sean familiares y que además se pronuncien de forma similar en los dos países, para evitar problemas de identidad en el miniking@, que Thor no lo quiera, pudieran derivar en una conducta bipolar en un futuro. Ojito que he dicho similares, que no iguales. Lástima que las letras no tengan sonido, porque Sara, amigos míos, suena en vikingo algo así como “Saagga”. No es que Gata tenga nada en contra, pero si, es un suponer, tuviera una hija que se llamara Sara, me costaría aceptar ese cierto aire de guturalidad en su nombre…¡a diario!

Se imaginarán que eso me llevó a descartar nombres con “r”, con el máximo pesar de la parte co-creadora vikinga que ya atacaba con su lista repletita de “erres”.

Pero como la sangre guerrera corre por sus venas, contraatacó con otros nombres, digamos, de difícil asimilación intercultural. A oídos vikingos, sonarán preciosos, pero Josephine (Josefina) o Mathilde, un hit entre las minikingas en los últimos años, producían una sensación de «dejavú» en Gata que la teletransportaba a la niñez cuando mi yaya me contaba historias de su infancia donde las Matildes, Josefinas, Consuelos, Cecilias, Sagrarios y Encarnaciones campaban a sus anchas. También Anton (Antón), Sebastian (Sebastián) o Simon (Simón) resultan aceptables, pero es salir de Vikingolandia, que amaine el viento, los acentos vuelvan a su lugar y los nombres se tornan…distintos, por decirlo educadamente, y no hablar de Antón, Antón ,Antón pirulero, cada cual, cada cual que…O la archiconocida canción de Radio Futura: “El tonto Simón”.

¿A qué no se imaginaban que la cosa era taaaan complicada?

Tremenda tarea esta de elegir nombre para un gatoking@. Con el tiempo Gata se ha acostumbrado y ha ido aprendiendo y asimilando nombres, pero como “vivir es compartir”, aquí les incluyo una lista de nombres vikingos de los más variado por si andan en pleno proceso de decisión y les falta inspiración o quieren evitarlos, que nunca se sabe…

• Nombres hermafroditas: Luka, hasta dos ha conocido Gata, un italokingo y una Luka, minikinga de pura cepa.

• Nombres para padres cultos, amantes de la lingüística y que quieren remarcar la importancia de sus retoños: Leah, Tilde y Dicte (todos femeninos).

• Nombres para los niños más grandes y porque tener un hijo es siempre algo grande: Magnus (imposible no pensar en un helado) (masculino).

• Nombres para padres amantes de la antigua Roma y Grecia: Julius, August (Gata se teletransporta al verano de inmediato al escucharlos) y Linus

• Nombre para padres posesivos: Mia

• Nombres para despistar: Kim y Noah. O al menos a Gata, que siempre los había considerado nombres femeninos y en Vikingolandia son ambos masculinos.

• Nombres en los que una vocal o una consonante cuenta y mucho. Para minikingas Andrea y Alberte, por cierto este último en clara tendencia ascendente. Y Andreas y Albert, masculinos.

•Nombres a todas luces evitables para familias hispano-vikingas: Mette, Anette, Ida, Pia, Maja, Asta, Ella, Vigga, Pernille (especialmente para familias catalanas), Aya, Freja, Naja, Jette y Silje ( estos últimos para ahorrar a la minikinga posibles traumas al escuchar “la jota” en todo su esplendor hispánico). Y en versión masculina sin duda: Ole, Morten, Viggo, y Knud (requiere entrenamiento diario de cuerdas vocales).

• Nombre cortos pero ….: Ib, Bo (masculinos)
• Nombres simpáticos: Rie (femenino)
• Nombres cargados de significado: Bjørn (oso) Storm (tormenta), Sten ( piedra) y Aske (ceniza) masculinos y en versión femenina Solveig o Solvej (camino al sol).

Ya les oigo murmurar: ¡Dese luego mírala, no nos va a decir si eligió alguno de la lista!.

En mi/nuestro caso la lista resultó estar repleta de nombres evitables, pero tras arduas deliveraciones encontramos los nombres perfectos: Gatoking@1 y Gatoking@2.

¿No me negarán que son originales y perfectamente descriptivos?

Nota: Los bebes miniking@s pueden estar hasta seis meses sin ser registrados y por tanto sin nombre ante la indecisión o falta de acuerdo de los progenitores. ¡Pobres les ha pillado tan de sopetón el parto, que no han tenido tiempo de decidirse! Entre tanto el miniking@ pasa a llamarse familiarmente lille prins o lille prinsesse (pequeño príncipe o princesa).

Ulises y los virus

¿Se acuerdan de mí? ¡Qué buena memoria que tienen! Porque si es por lo que me prodigo últimamente…. Lo llevo claro….. ¡Si hasta hemos cambiado de año!

Me van ustedes a perdonar la ausencia pero necesitaba un descanso.

El “hygge maratón” que supone la Jule- Navidad requiere un periodo de desintoxicación de duración variable, dependiendo, claro está, de la sobredosis de “hygge”. Y la de este año, la sobredosis digo, ha sido de las de en vena y de alta calidad.

La pelambrera de punta se me puso allá por el mes de octubre del año pasdo, cuando Gata atisbó a identificar los primeros “hygge indicios” en modo de decoración navideña. No tardando mucho, llegaron los primeros dulces navideños en las tiendas coincidiendo con Halloween. ¡Un horror hombre, que ya ni a las calabazas ni vivas ni muertas se respeta! Una no sabía si poner un “nissehue” (gorro de duende de navidad) al murciélago o calabaza de turno, o camuflar “los nisser” ( duendes de navidad) debajo de la gran oferta de sombreros de bruja.

Pero aquello era sólo el comienzo. El final de noviembre estaba ahí acechando y con él “los superjulefrokost” (comidas-meriendas-cenas de navidad) por doquier. En eso somos todos iguales, vikingos, gatos y marcianos, llega el final del año y amigos, hay que verse. ¿Qué no te has visto en todo el año? No importa, ahora, justo ahora, es “EL MOMENTO”. ¡Precisamente ahora!, Ahora, que todos andamos corriendo de julefrokost en julefrokost con la lengua fuera y entre medias de algún otro hygge- evento tipo, a saber:

– Fiesta juleklip, fiestas cuyo único objetivo es probar la motricidad fina de los progenitores vikingos y no vikingos, llevando al límite su paciencia mientras se rompen los dedos y se devanan los sesos pensando cómo bemoles se hará el corazoncito que tan alegremente cuelga en tooooodos los arbolitos de navidad.

– Hygge-desayuno a la luz de las velas, en el colegio del gatoking@ para despedir el año y ver los progresos cantores de los miniking@s.

– Hygge-Lucias dag en la guarde, con participiación del otro gatoking@ en la procesión y el correspondiente orgullo gatuno por ese porte felino que le distingue del resto.

– Hygge-SFO con el otro gatoking@

Y no sigo por no aburrir, y porque hasta yo me vuelvo a cansar sólo de leerlo…. Porque aunque parezca mentira además hay que encontrar un hueco para trabajar y de vez en cuando echar una siestecita felina.

Pero bueno la meta está ya ahí y superados el pato y los bailes alrededor del árbol, se acabó. Así, como lo oyen, dos meses de preparación flagelándonos con “jul” por todas partes, para después en unas cuantas horas liquidar el asunto. A Gata al principio le extrañaba, pero ahora casi que lo agradece.

¿Quién dijo fin? El fín de la navidad, está lejos, exactamente a unos 3000 kim y casi dos semanas después. Ventajas de familias biculturales. La navidad en las Hispanias espera, bueno la navidad, la familia, los amigos, los paseos por la zona centro que no pisaba en años cuando vivía en Gatolandia y que ahora es un “must” cada Navidad, las compras, las uvas, la cabalgata, los Reyes Magos y los virus.

Todos, perfectamente uniformados y en formación, nos esperan con sus minibrazos abiertos, para acogernos y darnos la bienvenida. ¡Qué detalle! Por si andan despistados hablo de los virus, no de mi familia que a Thor gracias cuentan con todas sus extremedidades y en las longitudes correspondientes.

¡Qué mala pata!-pensarán ustedes, amigos.

Pues sí y no. Les explico.

Gata es de las que se enferma poco, un catarro, sólo uno, eso sí, cuasi permanente en invierno, y poco más. Visto así, sí es mala pata volver a casa por navidad tipo El Almendro y que los virus decidan hospedarse en alguna parte de tu cuerpo.

Peeeero, hay que ser positivos, siempre hay un lado bueno en todo. ¿No lo han visto? Si está muy claro. ¡Los virus de Gatolandia me echan de menos! Me adoran, y en cuanto llego, me reconocen, se adosan a mí y no quieren dejarme ni a sol ni a sombra. Son mis más fieles acompañantes. Allá donde voy, vienen, se aferran con tanto ahínco que en algún momento hasta me lastran al sofá, pero nunca me abandonan.

Bueno sí, en cuanto atisban la terminal del aeropuerto, sigilosa y discretamente hacen “mutis por el foro “ (nunca mejor dicho), y allí se quedan, diciéndome adiós, agitando sus minipañuelos con sus minimanitas, y deseando volver a verme pronto.

Esto días he estado pensando en la importancia de estos miniseres, que no se crean que la tienen. Ya saben que cuando uno emigra, todo es nuevo, cultura, costumbres, horarios, comidas, idiomas, amigos e incluso virus. Uno puede llegar a somatizar todas esas novedades/carencias en forma de depresión en casos extremos, dicen. Hasta un nombre le han dado al episodio y para dotarlo de tintes epopéyicos, lo han bautizado como el “Síndrome de Ulises”, algo a lo que muchos en nuestra supina ignorancia hemos llamado simplemente “morriña” y “desubicación” (por no recurrir al archiconocido “¿pero qué CXXX se me ha perdido a mí aquí?).

Pero el síndrome de Ulises tiene su réplica, aún sin nombre, (o al menos Gata todavía no lo conoce), y todos los que vivan en otro país sabrán de lo que hablo, en las visitas a casa, que poco tiene ya que ver con la foto fija del momento en que el emigrante/expat de turno se marchó y que guarda como en oro en paño en esa parte del alma donde está todo lo importante.

Todo cambia, todos cambiamos, allí y aquí.

Por eso amigos, ahora entenderán lo agradecida que estoy a “mis virus de Gatolandia” por mantenerse fieles y esperarme con sus minibracitos abiertos cada año. Me hacen sentir que todo sigue igual, como en mi foto fija de aquel día de verano….

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