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Archive for marzo 2013

Inhumano, simplemente inhumano.

Este país vive siempre con la puerta abierta y así no se puede vivir.

Esta claro que la seguridad que reina por lo general en Vikingolandia y que determina que la vida por estos lares se puede definir como tranquiiiiiiiiila, no debe llevarles, amigos, a engaño. El vikingo, por lo general confiado, lo mismo deja a su hijo durmiendo en la calle que la compra en la bici mientras se adentra en un nuevo supermercado a la búsqueda de ese último ingrediente que se le resiste.

Esta sensación de seguridad reinante, se puede decir en todo el país, es mayor a medida que uno se aleja de “las grandes ciudades” y se adentra en la profunda, desértica y rural Vikingolandia, donde es fácil encontrar en los arcenes de las carreteras unos carritos con bolsas de viandas varias, normalmente productos de la tierra, con un cartelito indicando el precio. Al lado una cajita donde los compradores peregrinos pueden depositar su dinero cuando tomen lo que deseen comprar.

Nadie en las cercanías que supervise el tenderete.

Ya les oigo, murmurando y con voz sarcástica: “Seguro que la caja está vacía y no hay ninguna bolsa de productos”. ¡Qué ingenuos!

Pues se “han colao, bacalo”. Normalmente la caja suele tener monedas, aunque sinceramente no sé si corresponden a la cantidad de viandas vendidas… que una ejerece de simple y ocasional consumidora, no de contable en tránsito.

Esta confianza más o menos ciega en que el otro va a cumplir con las reglas sin necesidad de que nadie le diga nada, ni le obligue más que su conciencia, para que engañarles, viniendo de donde vengo, me enternece y despierta toda mi admiración al mismo tiempo. Tan vikingos y tan “naífs”.

Pero claro, como les decía una cosa es confiar en que el hermano humano vikingo o asimilado que vive en su territorio cumpla con sus obligaciones y otra muy distinta es confiar que la Madre Naturaleza y algunos de sus díscolos hijos se comporten como humanos cumplidores. ¡No se puede ser tan “naíf”! De vez en cuando hay que cerrar la puerta, ¡hombre!

Eolo, dios del del viento, el más loco de todos, lo sabe y por eso siempre está por aqui con sus peores ínfulas. Es el único en este país que viene de visita sin avisar y todos a recibirle. ¡Qué injusto, y los demás teniendo que avisar con semanas o meses de antelación, simplemente para tomar un café!

Viene, se instala, nos vuelve locos y se va. Una y otra vez. No importa la estación del año: invierno, primivierno, veroño u otoño.

Hoy es precisamente uno de esos días, donde una gritaría, si pudiera, porque en cuanto se abre la boca, Eolo se cuela hasta las entrañas: ¡Esa puertaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Qué alguien cierre esa puerta por Odín!

Minikingos que apenas se mantienen de pie, a los que la experiencia semi-religiosa de levitar por arte del viento o que el columpio de turno se balancee en todas las direcciones posibles hasta hacer un bucle y ponerles del revés les alegra el día. Personas mayores que gracias a Eolo empujándoles recuperan instantánea y momentáneamente la agilidad perdida recordándoles tiempos mozos en los que esa velocidad era el tempo natural del día a día. Y luego estamos el resto de mortales que no le encontramos gracia alguna a semejante adversidad climatológica y menos si por un casual hay que desplazarse en bici.

Afortunadamente el país es plano, porque una no puede imaginarse semejante pesadilla cuesta arriba …ni tampoco cuesta abajo.

La experiencia de base es…limitante, una se sube a la bici y a partir de ahí es Eolo quien conduce; que tienes la suerte de que chupe rueda trasera, entonces llegarás sin duda antes que ningún día eso sí con unos buenos coloretes en las mejillas que más quisiera Heidi para sí después de una carrera por las montañas suizas…Si por el contrario, Eolo ha tomado la delantera y es una la que está en el pelotón perseguidor y no contento con llevarte la delantera además decide contraatacarte con toda su fuerza, entonces… no hay nada que hacer. Pedalearás, pedalearás, pondrás todas tus energías, tus mejores marchas y no avanzarás ni un centímetro, exactamente como en esos dibujos animados que mientras pedalean sin moverse del sitio ven como el resto de la vida les pasa.

Pero como todo es susceptible de empeorar, nada como verse “succionado”-literalmente- por un “pasillo de viento”. Si es el caso y se puede, lo mejor es bajarse e ir andando, volando, reptando o lo que se pueda antes de que Eolito te baje de un empujón. ¡Se lo juro por Vickie el Vikingo!. En el centro de la capital de Vikingolandia hay un tremendo pasillo de viento entorno a los lagos, es como un agujero negro intergaláctico, en versión terrenal y ventosa. Una cuando entra en bici nunca sabe cuándo ni cómo saldrá…..

Pero hoy salí…. maltrecha pero salí.

Así que ahora que estoy en casa y a salvo: ¡Por favor que alguien cierre la puertaaaaaaaaaaaaaaa de una “pxzjhtw» vez!

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La salud es lo que importa. Parece que en ésto más o menos nos ponemos casi todos de acuerdo…o al menos los periódicos de Vikingolandia e Hispania, que llevan unos dias diseccionando al pobre Informe Europeo de la Salud del 2012.

Contra todo pronóstico, los habitantes de las Hispanias, encabezamos la lista de los más longevos. ¡¡¡Yesss!!!

Una y su curiosidad, se sumergen en el artículo vikingo, para leer, que la culpa de su maltrecha salud, como ellos mismos lo definen, es ni más ni menos que el abuelo y sus amigos fuman, los nietos beben y no precisamente refrescos, y todos practican sillón-ball.

Osea más o menos lo mismo que en todas partes,¿no?

Cierto es que los amigos vikingos, casi sin distinción de franja de edad, tienen difícil controlar su ingesta de alcohol. Cierto es también, que fuman,¡qué ya hace falta valor salir a fumar a la calle cada hora con la nieve en los tobillos!, pero no tengo la sensación de que más que otros. Pero ¿sillón-ball? Está claro que en Vikingolandia no aceptan montar en bici como deporte de compañía..

Apenas un comentario de pasada a una mala dieta. Vamos, tan de pasada, que una ha tenido que esmerarse para encontrarlo.

Cuando aterricé por estas tierras vikingas, sabía que el tema de la alimentación iba a ser uno de los retos a los que me tendría que enfrentar. El primero, «re -adaptar» los horarios de ingestión, pasar de la táctica 8- 3- 9 del equipo foráneo, representado por la que suscribe, a la táctica de los locales 6-11-6, que a una le resultaba la mar de ofensiva e intempestiva. Por si alguien anda despistado con las tácticas, los números hacen mención a las horas de las tres comidas principales.

Superado tema horario, lo siguiente era aceptar que «frokost”-comida, no implica necesariamente comida caliente y que en el mejor de los casos puedes comerte un estupendo “smorrebrød”, pan negro con todo lo imaginable encima, desafiando por igual a la ley de la gravedad y a la paciencia del pobre comensal. Como colofón culinario del día, cena pantagruélica en horario de merienda infantil.

Después de estos años, una ha llegado a la conclusión de que la base de la alimentación vikinga es a partes iguales: el rugbrød (pan negro), la mantequilla y la patata.

Algunas encuestas la mar de creativas a la par que profundas, se han interesado por conocer cuales son aquellas cosas sin las que la población de estas tierras no podría vivir. En un porcentaje elevado, el universo vikingo respondió, que no concebían sus vidas sin, (redoble de tambores al fondo): “rugbrød”. A estos niveles llega la adicción a «semejante manjar» que ocupa el número uno entre las prioridades nutritivas de buena parte de la población. Conozco de primera mano algún que otro local que cuando se va de vacaciones mete en su maleta su paquetito de «rugbrød» que les ayude a paliar la morriña alimentaria en su semana de vacaciones. Nada que objetar, pues la que suscribe practica también la importación de viandas nacionales difíciles de encontrar por estas latitudes…

¿Qué decirles, amigos míos, de la mantequilla? Esa gran desconocida…. en el mundo mediterráneo. ¡Tan sana, tan completa, tan versátil ella! Que lo mismo te sirve para freir un fliete, servir de cama bien mullidita a Don salmón ahumado, derretirse en los brazos humeantes de la Señora patata, o calmar las ansias exigentes de los miniseres-vikingos. Y es que si en las Hispanias la croqueta es esa comida comodín que siempre te salva del hambre de último momento, en Vikingolandia, una buena capa de mantequilla con algo de rugbrød debajo para sustentarla, es mano de Odín. ¿Piensan que exagero? Estos ojitos han visto “carreras de rugbrød mantequilloso” en las mesas de los “vuggestue” (guarderías para bebés de 0-3 años) ante la mirada atónita de los minikingos fascinados por el poder deslizante de la mantequilla… Mejor no les cuento que hacían con el tentempie después de la carrera….

Nuestros vecinos vikingos completan su dieta con carne, carne, un poco más de carne y de postre pastel de carne. Ya se sabe que en este país, hay mucho cerdo, ¡animal no se vayan a pensar!, y que hay que dar salida a semejante cabaña porcina, pero también hay mucho mar alrededor, y mucha isla, hasta 400, y apenas consumen pescado; pero todo es por una buena causa no se vayan a pensar, lo exportan….. a las Hispanias. ¡Menos mal que se hizo la luz en semejante misterio…..!

Verdura comen, almohadillan los sandwichs con media lechuga que dificulta encontrar los otros ingredientes con presencia minimalista o se comen un pepino de una sentada. Así de «verdes» son también en artes culinarias…

No seré yo quien ponga en duda las bondades de su dieta, pero servidora se queda con la dieta mediterránea, que para eso es la nuestra, es sana, rica, variada, hace que seamos los más longevos y además fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad ¡Ea!

PD. No me olvidé de la patata, todo un universo! Proximamente en su «blog amigo».

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