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Archive for febrero 2013

Eso es lo que le dice un papá-mamá vikingo a su cachorrito humano. No es un chiste, ni una adivinanza. Es una realidad.

Cadena de televisión de prestigio internacional (BBC) en su web el pasado fin de semana: “Para tener bebés saludables, que duerman la siesta en temperaturas bajo cero”

¡Vaya racha que llevo! A vueltas con el flash-back de nuevo…

Una que ejerce de mamá Gata a la par con devoción y hartazgo, esto último en “raras” ocasiones, no le hizo falta adentrarse en las entrañas de la noticia para conocer al detalle los pormenores de la misma. ¡La experiencia en un grado! Además de que la foto era bastante ilustrativa: pareja de infantes en modo “teletubbie”, al menos el visible, retratados sobre un mar de nieve y extrañamente con el bueno de Don Lorenzo, al fondo, de visita.

Ustedes se preguntarán:¡¡Eh!!»visible”, ¿acaso el otro era “invisible”?. Pues no, pero casi. Al pobre bebé tumbado en el cochecito apenas se le adivinaba, pero se le podía presuponer echando su sistecita diaria al fresco bajo un Everest de ropa.

Esta imagen es tan, tan, tan…. heladora que a una se le saltan las lágrimas sólo de recordarlo.

El prime contacto de Gata como mamá con tan “glacial» costumbre, llegó con la ronda de inspección a las guarderías previa a la elección. En la zona exterior de las guarderías, suele haber un área reservada, que bien parece un parking de cochecitos. En un principio, una que peca de ingenua, pensó, que era de los niños que acudían a la guarde, pero no, cuán equivocada estaba. La parte co-creadora vikinga, me había contado algo, pero había pasado como de puntillas por ello. Debió de pensar que ya había tenido suficientes emociones,entre las hormonas y los vikingos, en esa fase incipiente de integración.

Así que con unas ligeras, muy ligeras nociones sobre este área, una que es curiosa por naturaleza se enfrentó a la cruda realidad de semejante «aparcamiento» y sin necesidad de preguntar nada. En la primera visita la amable pedagoga que nos enseñó la institución, nos dijo alegremente y sin misericordia:

-» Bueno pues ésta es la zona donde duermen»

-¿Duermen? ¿Quién? -pregunté.

Ya sé, ya sé que la pregunta es absurda, que en la guardería los únicos que duermen, creo, son los niños, pero en estado de shock, ¿qué voy a preguntar?.

Sí amigos, los niños de 0-3 años en Vikingolandia (Dinamarca) duermen en la «p_ _ _ _ _ _ _ (piiiiiiiiiiiiiiiiii) calle». Aunque por lo que luego he podido comprobar este «virus sanador” está extendido a otros países escandinavos y algunos bálticos.

A las pobres criaturitas las parapetan con guantes y gorros, hasta hacerles prácticamente irreconocibles, los meten en un saco térmico y los cubren con edredón y a dormir, que al fresquito se duerme muy bien. Al menos esa es la teoría, que refuerzan con una frase que sin duda termina de convencer a las Gatamadres: «Durmiendo fuera refuerzan su sistema inmunitario». Rápidamente asaltó a mi mente un pensamiento: ¡Mira en eso estoy de acuerdo, si sobreviven al primer invierno, claro!

Pensándolo bien, debía tener yo un día “naif”, porque no contenta con la taza de chocolate, volví a por la segunda:

-¿Pero también tenéis habitaciones dentro para dormir, noooooooo?

– No, no. Todos duermen aquí afuera.

– ¿Pero y en invierno cuando hace frío, también?

– Sí, sí claro. Pero no te preocupes les ponemos mucha ropa y no pasan frío. Estos sacos que usamos toleran hasta -20 grados.

-¿PERDOOOON?

– Sí, son muy buenos, aíslan estupendamente. Pero cuando se alcanzan -10 grados en la mayoría de los casos, se opta por habilitar de forma “extraordinaria” una sala en el interior para que duerman, pues para «algunos» puede resultar «algo» frío.

Tras oír que mis Gatoking@s no iba a dormir en la calle a -15 grados en pleno invierno me quedé muuuuucho más tranquila, ¡dónde va a parar! Y desde luego convencida de que había que buscar otra guardería de inmediato, donde los métodos fueran ¿más……amables, humanos?

Me afané, se lo aseguro amigos, con esmero en buscarla, cual Indiana Jones en busca de “ El arca perdida” y no encontré NI UNA guardería donde los niños durmieran dentro. Así que haciendo de tripas corazón, tuve que empezar a asumir que mis Gatoking@s como cualquier hijo de vecino vikingo tendrían que dormir fuera y su Gatamadre, sufrirlo en silencio y en casa cada vez que por culpa de tan «sana y avanzada» costumbre, pillaran el consabido catarrito.

Nadie sabe de dónde viene, ni cuándo ni cómo surgió esta ¿costumbre?. Pero no hay ni un solo vikingo que se pare a pensar si es buena o mala. ¡Ay del pobre incauto que ose cuestionarla!. Así se ha hecho siempre y así se hace allá donde van.

A finales de los 90 una pareja de vikingos pasaba unos días en la Gran Manzana con su hija, por aquel entonces de 14 meses. Disfrutaban ellos de su hygge-momento-fashion tomando un café en el interior de un restaurante, mientras su hija dormía en el cochecito, ¡claro está!, en la calle. ¡Todo la mar de hyggelig!..Hasta que llegó la policía, se llevó a los padres arrestados y a la niña, de nombre premonitorio, Liv (vida) al hospital. Esta situación creó un revuelo enorme aquí en Vikingolandia, criticándose la falta de libertad de la sociedad yanqui…entre otras cosas.

En Gatolandia se suele decir “Allá dónde fueres, haz lo que vieres”, va a ser cuestión de globalizarlo…

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Este fin de semana he tenido un flash-back.

Así, como suena.

Creía que el shock estaba superado pero veo que aún queda el virus latente.

Periódico de tirada nacional (Berlingske) se hace eco de la siguiente noticia: “Aún con vida las reuniones en la escalera de servicio”. Lo sé, una es capaz de reconocer que así visto el titular no resulta nada atractivo, pero es que la noticia en cuestión va acompañada de imagen de vikingo jovenzuelo de pie junto al WC. Claro, eso provoca … al menos la curiosidad.
¿O no?

Decidida a investigar me sumergo en la noticia y aquí están los datos, todos referidos a la capital de Vikingolandia:

– 2.438 viviendas no tienen “aseo” propio
– 25.604 viviendas no tienen baño propio

Estos datos, espeluznantes, corresponden a un universo de viviendas en la citada capital de exactamente 297.359 a fecha 1 de enero de 2012.

Pa “mear “ y no echar gota…. más que nada porque no hay dónde.

Entiendo amigos su estupor, sorpresa, asombro, pasmo e incluso incredulidad, pues todo eso fue exactamente lo que sintió una, allá en el tiempo, cuando aterrizó por estas tierras vikingas de Thor, al comprobar la paupérrima infraestructura en excusados que encontraba en algunas de las casas más divinas de la muerte. Junto a los artilugios de último diseño vikingo en todas las modalidades, tamaños y formas que se puedan imaginar, lámparas psicodélicas con luces en distintas intensidades en todos los rincones y todos los equipos de multimedia de última generación existentes en el mercado, convivían alegremente y sin complejos, pequeños reductos a los que ellos, los vikingos, en un alarde de generosidad, llamaban y siguen llamando baño.

En tiempos de mis abuelos gatos, se conocían como aseos, pero ya se sabe en esta modernidad en la que vivimos, gracias a la magia lingüística, todo es susceptible de adornarse dándole prestancia y esplendor. ¡Pero a Gata no la engañan! Un reducto de máximo 2 X 1 m², con un váter y un lavabo que con un poco de suerte y si te escoras bien te caben ambas manos, es de toda la vida de Odín, un aseo. Eso sí todo con el diseño más «fashion», tanto que puedes llevarte las manos llenas de jabón por no haber encontrado dónde se abre el agua fría…

La primera vez que me ví en “El ASEO” me asaltó una duda. ¿Estos buenos vikingos dónde se ducharán? Miré al techo, por si hubiera algún dispositivo ultramoderno descendente, me tiré al suelo y con la flexibilidad de mi naturaleza felina busqué debajo del lavabo. ¡Nada, no había nada!. No había más sitios donde buscar y decidida a resolver el misterio, pregunté. He aquí la resolución al enigma: acomodan una manga de ducha al grifo del lavabo. Para eso era el sumidero-desagüe en el suelo en mitad de “EL ASEO”- deduje.

Viniedo de un país donde en un tiempo el estatus se medía en el número de baños que se tenían en la casa, la conclusión no podía ser otra: en Vikingolandia están en otro nivel….y a “Estatus” no le conocen….

Pasado el shock inicial, me consta que no fuí la única, es fácil aceptar que si se dispone de “baño” con ducha, ¡sin bañera claro! (bañera: saneamiento en vías de extinción en este área geográfica), en cantidad igual o mayor a uno entonces el sujeto poseedor se puede considerar afortunado y desde luego bendecido si tiene incluso la suerte de poder elegir dentro de su casa dónde acudir cuando la naturaleza llama.

¡Al menos eso creía!

Pero siempre hay excepciones.

El vikingo protagonista del artículo mencionado, pelín escéptico en el inicio de su primitiva vida sin “aseo” en su apartamento del centro de la ciudad, se declara poco más o menos que “desolado”, ante la posibilidad de perder su “hygge-momento” del día en la escalera de servicio junto a sus vecinos, esperando su turno para hacer aguas mayores o menores, ¡vaya ústed a saber!.

Y es que lo de compartir esos momentos tan íntimos con la vecina de la derecha, comprobar con preocupación vecinal que la epidemia de gastritis de la guardería de la esquina a la que van los niños de al lado está provocando alteración también en el tránsito del rellano de la escalera, o echar de menos a esa señora mayor tan amable que siempre viene a la misma hora, eso amigos, no tiene precio ni baño lujoso que lo pague.

Uno empieza tímidamente preguntando: ¿El último, por favor? y termina re-educando a su cuerpo para coincidir con sus vecinos mientras espera su turno en la escalera de servicio, porque sin duda estos momentitos son la sal de la vida en el día a día…..

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