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Archive for the ‘Vikingadas’ Category

Otoño=virus= catarro

Esta es la ecuación de mi vida en las úlitmas semanas. ¿Les suena?

La cuestión no es cogerse un catarrito cada otoño, el asunto está en lo que dura. Gata es tan buena anfitriona que los virus se sienten como en casa y se instalan cómodamente conviertiendo a un simple catarro en “El CATARRO”.

Casi puedo recordar a cada uno de ellos de los últimos años. Como los vinos, también los catarros, o al menos los de Gata, tienen añada. Algunas mejores que otras, claro está, pero la de este año, no está pero que nada mal. Viene intensa, con cuerpo y sin aroma.

Sí, han leído bien, sin aroma. Llevo sin olfato como dos semanas. Tampoco es que me perturbe mucho, una es una gata de recursos, pero eso de notar que “algo desconocido se amontona” en tus fosas nasales y no deja pasar los aromas y por momentos tampoco el aire, produce ciertos, como les explicaría yo…trastornos.

La respiración es una función básica, también en la vida de Gata, así que si la nariz no funciona, habrá que buscar otra vía alternativa, ¿no? La boca parece la más evidente. Y ya saben: “Por la boca muere la Gata”. No por que hable mucho, que ya ni voz me queda a última hora del día, sino porque de tanto abrir la boca para respirar y con los vientos que se gastan por estas tierras vikingas, la campanilla, la de Gata, no la amiga de Peter Pan, se ha quedado tiesa de frío y la mar de congestionada.

Envidiable panorama, ¿verdad?

De toda la vida de Gata he oído que los catarros tienen 3 días de subida y 3 de bajada. Así que cuando empezaron los síntomas me senté a esperar que pasara la ardua subida. Pero al ver que lo que debía ser el comienzo del descenso, tenía un repecho y seguía ascendiendo y que mi agenda no mentía, habían pasado 7 días, decidí tomar el toro por los cuernos, y enfrentarme al problema: llamar al médico.

Sí, amigos, el problema no es que el catarro te tenga agotada de tanto toser, atontada porque en lugar de pelo peinas jaquecas y anósmica perdida. El verdadero quid de la cuestión es intentar contactar al médico, conseguirlo y que te haga caso. ¡Esto sí que es una lotería!

Mentalizada de que me enfrentaba a una complicada situación, cogí el teléfono y llamé, llamé,llamé, llamé, llamé….. ¿Les he dicho que llamé? Durante una horita no paró de comunicar. Ustedes se preguntarán, ¿para qué llamaba Gata?. Aquí en Vikingolandia, recomiendan “encarecidamente” que antes de personarse en el médico, en caso de no tener hora, se llame para informar al médico de los síntomas y por si con sus telesuperpoderes puede solucionarte el problema sin verte. ¿No es fantástico?

Gata no tuvo suerte y la muy inconsciente se personó, así a lo loco, en la consulta del médico. Tras contar con voz a medio camino entre el Pato Donald (Anders And por estas tierras vikingas) y Marlon Brandon en la versión del idioma de las Hispanias de El Padrino, me dijeron, ¡oh sorpresa! , que ninguna de las dos médico podían atenderme porque no tenía hora. No tenía hora pero tenía la suerte de mi lado, no me había tocado la lotería, pero tenía ocpiones al tercer premio. El enfermero estaba libre.

Ni me lo pensé. Veloz como sólo un felino puede ser, me colé en su consulta. Otra vez le conté con la misma combinación de voces los síntomas. Me miró y me dijo: “vamos a ver qué tenemos” y sin apenas darme cuenta, me pinchó en un dedo. Cogió mi sangre y se fue a una maquinita.

La espera fue tensa. Es como el Predictor pero en versión bacteria/virus. Pasados unos minutos apareció con los resultados.

– Tengo una buena noticia-dijo, mientras el corazón me palpitaba: “Es un virus”.
– ¿Buena? ¿Eso significa que voy a tener que seguir dando miedo cada vez que hablo, y atemorizando a la población vikinga con mis ataques de tos, por no hablar de mis trenzas de jaquecas y mi “bihulebetændelse” campando a sus anchas? Yo no veo nada de bueno en la noticia.

Ahora sé que fue decisivo hablar de “ mi amiga sinusitis “ (esa de nombre raro del párrafo anterior), porque el buen vikingo, que en verdad es un encanto, me ofreció inmediatamente dos alternativas, la primera ya la estaba usando y creo que no es necesario mencionar su efectividad, y la segunda, agarrénse amigos los machos, resultó ser: acupuntura.

Intrigada por el tema, decidí indagar. Según dijo lo había probado con otros pacientes que también padecían de sinusitis y parecía que les había funcionado. Asi que decidida a recuperar parte de mi capacidad respiratoria, aunque sólo fuera por los agujeritos adicionales que me iban a hacer, me senté y presté mi nariz a la ciencia.

La suerte de agujas fue limpia y sin dolor. Allíi estaba Gata como un híbrido de nueva especie “gatoespín” con 5 agujas, 4 de ellas en la nariz y una en el entrecejo. Eso sí con los ojos cerrados, porque tanta aguja flexible en tan poco espacio me producía cierto estrabismo. Pasados 10 minutos, me las retiró y me dijo que en el transcurso de dos horas notaría mejoría, ¡vamos mano de santo Xing!, y que en los próximos días estaría prácticamente recuperada del todo, incluido catarro.

¿A qué están intrigados por saber si llevaba razón el enfermero vikingo?

Pues sí y no. Cierto es que huelo el mundo tal y como me dijo, pero el virus ha mutado en Alien en mi interior y los ataques de tos parecen ensayos de parto del Alien. ¡Espero!

Me estaba planteando pasarme otra vez por el médico a ver si me da algo para acabar definitivamente con él, pero la posibilidad de que esté otra vez muy ocupada y la alternativa sea de nuevo la suerte de agujas en la garganta o dónde demonios se encuentre el Alien, si les digo la verdad, no me motiva….. nada.

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En realidad la frase es “Hay algo podrido en Dinamarca «, es una afirmación que no pregunta y obviamente no es mía. ¡Qué más quisiera yo tener siquiera una pizca del talento de Shakespeare! La frase es de Hamlet quién la pronunció al enterarse de la extraña muerte del rey,su padre, cuyo fantasma posteriormente le reveló que había sido asesinado.

Tranquilos que aquí no se asesina a nadie….pero que “algo huele mal en Dinamarca”, una está casi segura. No, no es cuestión de contaminación, pues aunque en la ”gran urbe” de Copenhague, hay vikingos que se quejan de “cierta presencia ocasional de contaminación atmosférica” una no alcanza a verla y/o sentirla ni siquiera ocasionalmente. Tampoco se trata de que a mis queridos vecinos vikingos se les haya olvidado en algún rincón escondido comida, y el tufillo se expanda cual gacela a sus anchas…. No, no, no, nada de eso. Es un asunto mucho más mundano. Es un asunto de pies.

¿Sorprendidos? Pues pónganse a la cola.

Una que aterrizó en verano para instalarse en tierras vikingas, no fue consciente inicialmente del asunto “pies”. No se vayan a creer que fue algo espontáneo, el desembarco por estas tierras, digo. Realmente fue con premeditación y alevosía, pues sabía que si aterrizaba por aquí en plenas vacaciones de Don Lorenzo, y con Eolo haciendo pandi con la lluvia, la estancia iba a ser digamos:¿corta?, ¿breve?, ¿exprés?.

Volviendo al tema “pies”, que me desvío. Coincidiendo con el verano, también aquí en Vikingolandia se usan sandalias y chanclas. Es más, el uso del susodicho calzado comienza con la fecha de inicio del verano, llueva, truene o haga frío; que no sé si ustedes sabrán, pero por esas tierras empieza antes, el 1 de junio. Para ser sincera ésto siempre me ha sorprendido, pensaba que el cambio de estaciones era algo universal y responsabilidad de los planetas y sus movimientos. ¡Pero está visto que no! Con el tiempo una ha comprendido que hasta las estaciones metereológicas se impregnan del carácter del país, y por estas tierras llegan antes, ya conocen su puntualidad, no vaya a ser que si se retrasan, la siguiente estación metereológica ha tomado posición y no hay sitio. Este auto-razonamiento, me permite dotar de cierta racionalidad a la cita anual con el “veroño”, estación climatológica que se desarrolla en Vikingolandia entre junio y septiembre y que se caraceteriza por un gran parecido con el otoño disfrazado de verano algunos días.

En mi primer verano por aquí, como decía, estaba tan “enaj… emocionada” que no veía mas pies que los míos. La realidad llegó un tiempo después cuando me invitaron a un cumpleaños. Una toda mona preparada para el evento, se presentó subida en sus tacones, por aquello de intentar igualar la altura de las vikingas invitadas. Tras las consabidas felicitaciones en la puerta de la entrada y antes de dar un paso más hacia el interior de la casa, fui invitada, eso sí muy educadamente, a dejar mis tacones allí mismo. Si no se ha sido previsora, como suele ocurrir la primera vez, ahí te las apañes andando descalza toda la noche y con una perspectiva de la fiesta 7-8 cm más baja de lo previsto inicialmente.

Las primeras dudas que le asaltan a una tras amable y peculiar invitación son: pero y ¿mi look fiesta qué? Llevo una agujero en las medias, y ahora ¿qué hago? No se rían, que ésto no es broma, a más de una le ha pasado, aunque claro, después de ver descalzos y con » campos de tomates » en sus calcetines a muchos de los demás invitados, enseguida una se siente como en casa. Este aspecto de integración no resulta especialmente agradable para una gatita, para la que «antes muerta que sencilla «es una máxima. Pero como la experiencia es un grado, a la siguiente fiesta una se va preparada con mochila, complemento indispensable en el look vikingo, hasta al punto, que una pensaba que nacían con ella….¿ Qué se guarda en la mochila? A saber y como mínimo: las botas de agua por si llueve y sales a dar un paseo en mitad de la fiesta por los alrededores, cosa que pasa …. de vez en cuando, los zapatos que llevarás en la fiesta dentro de la casa, los zapatos que llevas fuera de la casa de camino a la fiesta y que luego guardarás en la mochila. Total que en lugar de ir a una fiesta pareces cual vendedor de zapatos que con el muestrario acuestas se dispone a empezar la jornada laboral… Esta situación es susceptible de empeorar, -¡doy fé!- cuando se acude en familia. Multiplíquese sin más, pares de zapatos por número de integrantes de clan familiar. Resultado: en lugar de mochila, se recomienda el uso de maleta –trolley, y ésto solamente para ir a un cumpleaños o a visitar a unos amigos.

Todo tiene su explicación, o al menos eso dicen. La climatología no es especialmente benévola por estas tierras, especialmente en otoño-invierno, y entrar con el calzado lleno de agua y/o nieve en la casa, deja un panorama “sucio y húmedo”. Ustedes dirán: ¡pues se limpia!. ¡Pues no!, dicen ellos; ¡te quitas los zapatos, que además vas a estar más cómodo! Asunto zanjado.

En verano, curiosamente se quitan y te invitan a quitarte las chanclas/sandalias al entrar en casa, aunque el sol brille. ¡Por comodidad, seguro!. Aunque empiezo a sospechar que ésto de andar descalzos es algo más que una costumbre y se está convirtiendo en una forma de vida. O si no ¿cómo lo llamarían ustedes al hecho de que con la llegada del “calor”, anualmente un mayor número de vikingos anden “DESCALZOS” por las calles?. Imagino que a ellos les invitarán a ponerse los zapatos al entrar en casa, por higiene mayormente, porque bonitos pies deben llevar….¿O qué en locales públicos, llámense oficinas, colegios, aviones, cafés, cines….. se quiten los zapatos y anden, nunca mejor dicho, como Pedro por su casa?? Puedo dar detalles…. lástima que la descripción no permita captar “aromas”, pero ahora entenderán el título del post.

Una de mis máximas es: “allá dónde fueres, haz lo que vieres”, pero si me lo permiten seguiré llevando zapatos por la calle y en mi lugar de trabajo.

Vikingada o no, ustedes tienen la palabra.

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