Feeds:
Entradas
Comentarios

Archive for enero 2013

En realidad la frase es “Hay algo podrido en Dinamarca «, es una afirmación que no pregunta y obviamente no es mía. ¡Qué más quisiera yo tener siquiera una pizca del talento de Shakespeare! La frase es de Hamlet quién la pronunció al enterarse de la extraña muerte del rey,su padre, cuyo fantasma posteriormente le reveló que había sido asesinado.

Tranquilos que aquí no se asesina a nadie….pero que “algo huele mal en Dinamarca”, una está casi segura. No, no es cuestión de contaminación, pues aunque en la ”gran urbe” de Copenhague, hay vikingos que se quejan de “cierta presencia ocasional de contaminación atmosférica” una no alcanza a verla y/o sentirla ni siquiera ocasionalmente. Tampoco se trata de que a mis queridos vecinos vikingos se les haya olvidado en algún rincón escondido comida, y el tufillo se expanda cual gacela a sus anchas…. No, no, no, nada de eso. Es un asunto mucho más mundano. Es un asunto de pies.

¿Sorprendidos? Pues pónganse a la cola.

Una que aterrizó en verano para instalarse en tierras vikingas, no fue consciente inicialmente del asunto “pies”. No se vayan a creer que fue algo espontáneo, el desembarco por estas tierras, digo. Realmente fue con premeditación y alevosía, pues sabía que si aterrizaba por aquí en plenas vacaciones de Don Lorenzo, y con Eolo haciendo pandi con la lluvia, la estancia iba a ser digamos:¿corta?, ¿breve?, ¿exprés?.

Volviendo al tema “pies”, que me desvío. Coincidiendo con el verano, también aquí en Vikingolandia se usan sandalias y chanclas. Es más, el uso del susodicho calzado comienza con la fecha de inicio del verano, llueva, truene o haga frío; que no sé si ustedes sabrán, pero por esas tierras empieza antes, el 1 de junio. Para ser sincera ésto siempre me ha sorprendido, pensaba que el cambio de estaciones era algo universal y responsabilidad de los planetas y sus movimientos. ¡Pero está visto que no! Con el tiempo una ha comprendido que hasta las estaciones metereológicas se impregnan del carácter del país, y por estas tierras llegan antes, ya conocen su puntualidad, no vaya a ser que si se retrasan, la siguiente estación metereológica ha tomado posición y no hay sitio. Este auto-razonamiento, me permite dotar de cierta racionalidad a la cita anual con el “veroño”, estación climatológica que se desarrolla en Vikingolandia entre junio y septiembre y que se caraceteriza por un gran parecido con el otoño disfrazado de verano algunos días.

En mi primer verano por aquí, como decía, estaba tan “enaj… emocionada” que no veía mas pies que los míos. La realidad llegó un tiempo después cuando me invitaron a un cumpleaños. Una toda mona preparada para el evento, se presentó subida en sus tacones, por aquello de intentar igualar la altura de las vikingas invitadas. Tras las consabidas felicitaciones en la puerta de la entrada y antes de dar un paso más hacia el interior de la casa, fui invitada, eso sí muy educadamente, a dejar mis tacones allí mismo. Si no se ha sido previsora, como suele ocurrir la primera vez, ahí te las apañes andando descalza toda la noche y con una perspectiva de la fiesta 7-8 cm más baja de lo previsto inicialmente.

Las primeras dudas que le asaltan a una tras amable y peculiar invitación son: pero y ¿mi look fiesta qué? Llevo una agujero en las medias, y ahora ¿qué hago? No se rían, que ésto no es broma, a más de una le ha pasado, aunque claro, después de ver descalzos y con » campos de tomates » en sus calcetines a muchos de los demás invitados, enseguida una se siente como en casa. Este aspecto de integración no resulta especialmente agradable para una gatita, para la que «antes muerta que sencilla «es una máxima. Pero como la experiencia es un grado, a la siguiente fiesta una se va preparada con mochila, complemento indispensable en el look vikingo, hasta al punto, que una pensaba que nacían con ella….¿ Qué se guarda en la mochila? A saber y como mínimo: las botas de agua por si llueve y sales a dar un paseo en mitad de la fiesta por los alrededores, cosa que pasa …. de vez en cuando, los zapatos que llevarás en la fiesta dentro de la casa, los zapatos que llevas fuera de la casa de camino a la fiesta y que luego guardarás en la mochila. Total que en lugar de ir a una fiesta pareces cual vendedor de zapatos que con el muestrario acuestas se dispone a empezar la jornada laboral… Esta situación es susceptible de empeorar, -¡doy fé!- cuando se acude en familia. Multiplíquese sin más, pares de zapatos por número de integrantes de clan familiar. Resultado: en lugar de mochila, se recomienda el uso de maleta –trolley, y ésto solamente para ir a un cumpleaños o a visitar a unos amigos.

Todo tiene su explicación, o al menos eso dicen. La climatología no es especialmente benévola por estas tierras, especialmente en otoño-invierno, y entrar con el calzado lleno de agua y/o nieve en la casa, deja un panorama “sucio y húmedo”. Ustedes dirán: ¡pues se limpia!. ¡Pues no!, dicen ellos; ¡te quitas los zapatos, que además vas a estar más cómodo! Asunto zanjado.

En verano, curiosamente se quitan y te invitan a quitarte las chanclas/sandalias al entrar en casa, aunque el sol brille. ¡Por comodidad, seguro!. Aunque empiezo a sospechar que ésto de andar descalzos es algo más que una costumbre y se está convirtiendo en una forma de vida. O si no ¿cómo lo llamarían ustedes al hecho de que con la llegada del “calor”, anualmente un mayor número de vikingos anden “DESCALZOS” por las calles?. Imagino que a ellos les invitarán a ponerse los zapatos al entrar en casa, por higiene mayormente, porque bonitos pies deben llevar….¿O qué en locales públicos, llámense oficinas, colegios, aviones, cafés, cines….. se quiten los zapatos y anden, nunca mejor dicho, como Pedro por su casa?? Puedo dar detalles…. lástima que la descripción no permita captar “aromas”, pero ahora entenderán el título del post.

Una de mis máximas es: “allá dónde fueres, haz lo que vieres”, pero si me lo permiten seguiré llevando zapatos por la calle y en mi lugar de trabajo.

Vikingada o no, ustedes tienen la palabra.

Read Full Post »

Así es, allá vamos, despacito pero con paso firme: hacia la luz.

No, no se preocupen no me he vuelto loca, ni estoy a punto de pasar a otro estado…, ¡espero!. Empiezo el año como lo acabé con la sana intención de continuar en modo positivo. Ya, ya sé que el mes de enero resulta “durito”: estado resacoso post-fiestas por doquier, bolsillo tieso y lleno de agujeros después del dispendio navideño, y la lista de propósitos anuales fresca y reluciente resonando en nuestras mentes, y amenanzando con torturarnos con recordatorios tipo outlook cada cinco minutos para que no la olvidemos como casi todos los años. Para completar la panorámica, la luz, o más exactamente la falta de ella. Pero yo erre, que erre, aquí sigo con el positivismo en modo on. ¡Vamos hacia la luz!

Vislumbro ciertas caras de asombro, y puedo comprender que para los que vivan más al sur de Alemania, ésto les resulte una vanalidad, pero la vida en penumbra hace que la cuesta de enero parezca el Alpe d´Huez. Decidida, yo sigo con mi mantra: ¡vamos hacia la luz!

Después de todos estos años en Vikingolandia, mi cuerpo sigue sin integrarse, mi mente quiere, pero el cuerpo no da para más cumpliendo casi exhaustivamente con todos y cada uno de los efectos de la falta del astro rey: apatía, falta de energía, cansancio general y sueño a todas horas. ¡Si hasta estoy desarrollando cierta fotofobia que hace que tenga que ir provista de gafas de sol casi permanentemente en Gatolandia ante la presencia del menor rayito!

Tengo que confesar que una en otra vida antes de Gata debió de ser saurio, porque no hay cosa que me ponga más las pilas que disfrutar del sol. Así, vislumbrando difíciles inviernos por tierras vikingas y sospecho que con la intención de ahorrar un dineral en billetes a Gatolandia para recargar baterías, me regalaron una lámpara de fototerapia en mi primer invierno. Creo que no encontraron otra más grande en el mercado, ahora eso sí, luz da, no como Don Lorenzo, pero al menos alegra el ambiente, y de momento no se me ha diagnosticado alteración psíquica conocida…..

No se vayan a creer que soy la única que sufre con esta abstinencia lumínica.¡No, no! Se dice, se rumorea, que a ellos los vikingos, también les afecta, y para paliar los efectos huyen despavoridos a cualquier punto del planeta donde el día dure más de 7 horas y la luz cual minero no sea un requisito para los desplazamientos cortos en actividades cotidianas, como ir a tirar la basura. Porque una cosa es la madre naturaleza y la ubicación geográfica que le tocó a cada país en suerte el día de la lotería glacial, y otra muy distinta es condenar a los pobres habitantes de esta tierra vikinga a vivir en una noche sin fín durante seis meses, porque apenas hay iluminación en las calles.

¡Como lo oyen! Fue gracias a semejante situación lumínica que una ha podido entender literalmente lo que significa “ver luz al final del tunel”. Imagínense: una de tantas noches de invierno en la que una cual aguerrida vikinga en bici camino a casa por esas calles oscuras como un túnel sin fin, puede vislumbrar a lo lejos una luz parpadeante que se vuelve más y más intensa a medida que se acerca. Por lo general, no se vayan a pensar, no suele ser más que otro colg….. perdón “iluminado” que intenta volver a casa pero la alegría que da encontrar algo de luz, aunque sea la del faro de la bici, como diría un conocido anuncio: “no tiene precio”.

Con el tiempo e intentando paliar esta curiosidad que una trae de serie, he buscado con empeño respuesta a este misterio. A los vikingos interrogados, en primer lugar les extraña mi observación, y acostumbrados como están a vivir en penumbra, asumen como normal e internacional semejante situación lumínica. Algunos versados en el tema apuntan que la falta de iluminación se debe a razones ecológico-ambientales y de protección arquitectónica. ¡Tomaaa ya! Ya me extrañaba a mi que no hubiera “argumentos verdes” de por medio. Que el exceso de luz produce contaminación lumínica es de perogrullo, pero que las farolas que adornen las calles iluminen exactamente 1 metro cuadrado no creo que pueda calificarse de contaminación, si acaso como algunos dicen, puede resultar “hyggeligt”, ahora verse no se ve mucho en cuanto te sales del metro cuadrado de influencia. También puedo estar de acuerdo con el hecho de que un exceso de iluminación puede dañar las estructuras de los edificios y/o monumentos, pero la luz tenue que los engalana lo que puede dañar sin ninguna duda es la “estructura corporal” de los viandantes.

Hay quien dice que es por ahorro energético, y por ahí señores, sí que no paso. Una que ha crecido en una casa donde cada vez que salía de una habitación oía el consabido: “niñaaa, apaga la luz que cuesta mucho”, ha tenido que llegar a un “acuerdo internacional de paz” en su propia casa. La parte vikinga de la familia, ha sido educada por supuesto en ese concepto tan “superhyggeligt” de tener todas, toditas, todas las luces de la casa encendidas, aunque no estés ni se te espere en la correspondiente habitación, baño, etc. ¿Cuál es el argumento para semejante dispendio energético? Pues que es muy agradable salir del salón para ir al baño y que el hall, las escaleras y el distribuidor del piso de arriba antes de llegar al pasillo donde se sitúa el baño se presenten lustrosos e iluminados para tí, porque está claro que es un esfuerzo sin precedentes ir encendiendo las luces necesarias a medida que se va pasando….

Este sentimiento está tan arraigado, que una que tiene enfrente de sus ventanas un edificio público, comprueba cada viernes como las luces del segundo piso quedan todas radiantes y luminosamente encendidas hasta el lunes, pensando sin duda en el personal de limpieza que en algún momento pasará por allí y en los pobres viandantes que a falta de luz en las calles, quizás reciban algo del interior. ¡A eso se le llama empatía, sí señor!

Mientras una espera la llegada de la primavera, decide seguir con su mantra: ¡Vamos hacia la luz!, ¡Vamos hacia la luz!…

Read Full Post »

Diario de un padre estresado

Los avatares de una "gata" por integrarse sin desintegrarse en el mundo vikingo.

Literatura nórdica

Un blog de Aurora Boreal

uno entre cien mil

Los avatares de una "gata" por integrarse sin desintegrarse en el mundo vikingo.

Una Mamá Española en Alemania

Los avatares de una "gata" por integrarse sin desintegrarse en el mundo vikingo.