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Archive for the ‘Tiempo vikingo’ Category

Ya está aquí. Ya ha llegado. Puntual a su cita con el calendario y como cada 1 de marzo hemos dado la bienvenida al “priminvierno”.

Ya, ya sé que un poco más al sur no se llama así y llega más tarde. Pero aquí tiene tanta prisa por llegar, que no le da tiempo a completar su verdadera esencia y se deja caer como un híbrido entre lo que se supone que es la estación que lo precede y la que de verdad es… o debería ser.

¿O no?.

Mi ya dilatada experiencia en Vikingolandia me ha enseñado que las estaciones metereológicas puras no existen, a excepción del invieeeeeeeeeeeeeeeeerno, que por su constancia, tenacidad y extensa estancia deja patente su carácter.

Al invierno le sigue el ya mencionadoo priminvierno, que alegremente nos invita a ilusionarnos con la idea de que al final del túnel, hay luz, y no hablo de la blanca, sino la del astro rey. Eso sí, la luz la podremos disfrutar pertrechados todavía con nuestros abrigos, gorros y guantes, porque el termómetro, ausente e ignorante de la llegada de una nueva estación, se ha quedado estancado en las temperaturas que por otros lares son más propias del invierno en su estado puro.

Aclimatadas nuestras pupilas, y pasados tres meses de baños de vitamina D, llega el “veroño”, que como su nombre indica no es ni una cosa ni otra. Y ahí es donde está su encanto….dicen. Una que es Gata del sur y que como tal, le encanta espanzurrarse al sol y sentir el calor en su pelambrera, no le acaba de encontrar el encanto a esta estación que tiene más de OÑO (no me entiendan mal, es la terminación de otoño) que de Ver (verano). A Thor gracias, siguen exitiendo las vacaciones de verano en las Hispanias, donde Ver tiene asegurada su visita y por largo tiempo.

El final del veroño siempre es triste, ya conocen la canción:

“ El final del veroño, llegó (¿había venido?) y tú hibernarás….
Yo no sé, hasta cuando…¡buena pregunta, yo tampoco, creéme!), tu humor se mantendrá…

Afortunadamente el “otovierno” viene cargado de una fantástica paleta de colores ocres acompañados eso sí de vientos huracanados, que como una no se espabile cuando quiera disfrutarlos ya se han volado.

Pero da lo mismo el tiempo que haga o la estación híbrida o pura en la que nos encontremos, a estos vikingos del sur les encanta salir a montar en bici, arreglar el jardín o pasear sin rumbo fijo. El caso es estar en la calle. Aunque empiezo a sospechar que no es idiosincracia vikinga…porque Gata también echa de menos la vida exterior aunque hay sitios que se le resistan….a pesar de todo.

Les cuento.

Con la llegada de eso que llaman “buen tiempo” es fácil ver gente en los bosques, parques y cementerios. En todos ellos disfrutado de su solaz esparcimiento. No, Gata no se ha equivocado. Han leído bien. Cementerios. Esos sitios cargados de recuerdos, zonas verdes para pasear, grandes árboles bajo los que cobijarse cuando el Sr. Lorenzo tiene a bien vistarnos, y bancos en los que sentarse a disfrutar de la compañía…

¿A qué nunca se habían planteado ir a darse un paseito a semejante entorno? Pues Gata tampoco. Ni antes. Ni ahora. Aunque no me negarán que tranquilo es…..y ¡mucho!

A decir verdad los camposantos vikingos no son ese mar de lápidas que se avista desde la lejanía en algunos sitos en las Hispanias y cuya presencia solitaria produce escalofríos a más de uno. Será el arreglo, o su ubicación, muchos de ellos están ubicados en el jardín de la iglesia en la parte posterior o bien rodeándola, especialmente en los pueblos pequeños, pero no resultan tan lúgubres. Por lo general, están muy cuidados, apenas una pequeña lápida con los datos y vegetación de lo más diversa alrededor.

Recuerdo mi primera visita, no voluntaria todo hay que decirlo, a un cementerio muy conocido ubicado en el centro de la capital del reino. Formaba parte del pack inicial de integración-me dijeron, cuando pregunté si era obligatorio asistir a la que entonces era mi profesora de vikingo y que a la postre sería la guía del evento. La mujer, muy en su papel, estaba emocionada haciéndonos una ruta turística. Se lo conocía de pé a pá. Aquí está enterrado Niels Bohr. ¿Lo conocéis? ¡Claro!,- atisbó Gata a decir con la pelambrera erizada y su corto vocabulario vikingo por aquel entonces, para acontinuación añadir con más incredulidad de la deseada: Nååååå, hvor er det spændende (traducción: ¡Ahhhh, qué interesante!). Apenas entendía lo que decía. Mi mente felina limitada lingüsiticamente no daba abasto para manejar tanto vocablo, y además la información que mis ojos enfocaban pero mi mente negaba: gente haciendo un picnic en el cementerio, mamás dando un paseo y/o amamantando a su minikingo, o sentadas plácidamente charlando al lado de la tumba del Oldefar (bisabuelo) Niels. Todos contentos, disfrutando del entorno… y el buen tiempo.

No voy a negar que el sitio, si uno se abstrae, resulta tranquilo y silencioso para minikingos con insomnio y madres desesperadas, tampoco voy a negar la importancia que tiene ir a visitar a Oldefar Niels o Pepe. ¡¡¡Pero un picnic!!!

Gata prefiere seguir haciendo picnis en otro sitios igual de verdes y con otro tipo de vida, digamos, algo más bulliciosa.

Nota: El mencionado cementerio en el que reposan vikingos ilustres organiza rutas turísticas y sino en su web uno mismo puede planificarla, pues tiene un mapa en el que se muestra su ubicación. La mar de apañaos estos vikingos… Aquí les dejo la web: http://assistens.dk/kirkegarden/

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Pero la canción de Gata no sigue como la verdadera sino “por el camino no me entretengo”.A no ser que quiera perder una de mis vidas.

¡Vaya día el de ayer!

Para los que vivimos en el ámbito geográfico de estas tierras vikingas, la noticia nos va a ocupar unos días. Porque este tipo de situaciones por su dimensión y consecuencias requieren de un tiempo para asimilarse.

Ayer tuvimos visita, y no precisamente de esas que te deja buen sabor de boca.

Nos visitó una tormenta, anunciada como tal, que con el transcurrir de las horas y para sorpresa general de muchos, se convirtió en huracán, el peor desde hace 11 años por estas tierras vikingas del sur.

La que suscribe estaba avisada desde el viernes anterior, -¡porque fíjate tú!-, que la tormenta venía de Inglaterra, precisamente a donde “ mi vikingo” tenía que ir y-¡fíjate que doble casualidad!-, precisamente en el mismo momento en el que estaría en su máximo apogeo por aquellas tierras, en la madrugada del domingo al lunes y en algunas zonas, lunes por la mañana.

Avisados estábamos desde allí y desde aquí, pues se empezaban a dar avisos de tan incómoda visita. El problema es que la realidad superó a lo anunciado.

El día amaneció gris, pero el cambio de hora y este mes de octubre terminando no hacían presagiar un día soleado. La que suscribe se fue a trabajar, que para eso era lunes. Nada anormal durante la mañana. De vez en cuando mirábamos por la ventana. Igual de encapotado pero ni rastro de la tormenta. Alrededor de las tres de la tarde, se empezaba a oir algo de viento, pero para los que vivimos aquí, eso no es anormal. En cuestión de una hora, el viento dejó de ser un leve ruido y era fácil empezar a ver que no sólo las nubes volaban, literalmente, sino todo aquello que fuera un poco ligero y no estuviera anclado.

Visto el panorama desde el interior y previa consulta multimedia de todo lo imaginable, decidí que me iba a casa, en previsión de que aquello que iba a ser una tormenta fuerte tornara en algo más serio. Antes de salir, una compañera me ofreció un casco de los que se usan en obra, para protegerme por si por el camino encontraba que algún objeto volador no identificado decidía aterrizar sobre mi cabeza. Me reí de la ocurrencia, porque aquello no era tan grave- le dije.

¡Calladita hubiera estado más guapa!

Salí de la oficina, y apenas había dado tres pasos, recibí un hermoso empujón del primo de Zumosol de Eolo. Me sorprendió, para que qué voy a decir otra cosa. Seguí avanzando como pude y me adentré en una calle que resultó ser un pasillo de aire huracanado que te succionaba. Con mas fuerza que maña conseguí llegar hasta la la mitad, camino de la estación del tren, y de pronto un vikingo en manga corta- ¿pero esta gente qué tipo de termostato tiene?- se lanzó a mitad de la calle gritando. Había lluvia y no precisamente de estrellas. Trozos de tejados de los edificios colindantes habían empezado a volar y gracias a este hombre no aterrizaron sobre la cabeza de Gata.

Cambio de ruta para llegar a la estación. Al menos podía ver a lo lejos el tren. Sólo era cuestión de llegar, montarse y a casa. Fácil, ¿no?

Pues no. Una que llegaba a la estación contenta de haber superado la primera prueba de la yincana, se topó con el cierre de los andenes en sus narices. No hay trenes y no se sabe cuando van a volver a funcionar-pude oir en la megafonía. Rápidamente pensé en un plan B: comprar algo de comida, volver a la oficina y trabajar un rato hasta que pasase. En esas andaba una, cuando un policía se me acercó, me cogió del brazo y muy tranquilamente me dijo : “Estamos evacuando la estación. No se puede estar aquí”. Gata y hordas de vikingos la mar de tranquilos y con caras de “ ¿pero esto es la tormenta o hay una cámara oculta? nos encontramos de pronto en mitad de la calle, rodeados de sirenas por todas partes, intentando hacer piña para no volarnos y si nadie que nos contara lo que pasaba.

Vale, el plan B no había funcionado, porque para ir a la ofi tenía que atravesar la estación y no podía. No importa, Plan C: buscar un bus que me acercase un poco a mi zona. Como pude y con mucho ahínco me “inserté” en un autobús. Un tramo que normalmente debe llevar unos veinte minutos, nos llevó algo más de una hora. A Odín gracias con tanta gente dentro era difícil ver todo lo que volaba a nuestro alrededor.

Cuando llegamos a destino, parada final en nueva estación de tren, los trenes seguían sin funcionar. Pero había buenas noticias, afortunadamente simpre las hay. Uno de los buses que salían de allí tenía parada en mi zona. ¡Estaba de suerte! Así que con “la noche tan agradable que hacía» decidí sentarme a esperar al próximo a buen recaudo, en el banco que estába bajo la cubierta de la marquesina. Ya me puedo relajar…. – pensé. A lo que sin duda ayudó el masaje aerodinámico del banco, arriba y abajo, calma, arriba y abajo, calma….

Llegó el autobús. Parecía que el viento amainaba. Pero era sólo en algunas zonas. Llegamos a mi parada. Me bajé y ví a un hombre mayor agarrado a la parada del autobús. Quería tomar el autobús pero no podía,se caía del viento. Como pude lo subí al bus.

Ya quedaba menos para llegar a casa. En el camino, apenas había luz, iba mirando arriba y abajo a partes iguales. No tenía ganas de sorpresas volantes. Llegué a mi estación de origen, cogí mi bici y me fui a casa. ¡Volando, cómo no!

Dos horas después de salir de la oficina por fín entraba por la puerta de mi casa.

¡Sana y salva y nada consciente de las dimensiones de los efectos de «la tormenta» !

Nota: 800 personas evacuadas en la estación de Lyngby donde yo estaba. 1500 personas atoradas en trenes en distintos puntos de Dinamarca, algunos medios dieron cifras entorno a 5000 en algún momento.1 muerto en Sjælland, una chica en estado crítico en København y 70 heridos de distinta consideración en Fyn….además de numerosos daños materiales.

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