Feeds:
Entradas
Comentarios

Archive for the ‘Tradiciones vikingas’ Category

¿Se acuerdan de mí? ¡Qué buena memoria que tienen! Porque si es por lo que me prodigo últimamente…. Lo llevo claro….. ¡Si hasta hemos cambiado de año!

Me van ustedes a perdonar la ausencia pero necesitaba un descanso.

El “hygge maratón” que supone la Jule- Navidad requiere un periodo de desintoxicación de duración variable, dependiendo, claro está, de la sobredosis de “hygge”. Y la de este año, la sobredosis digo, ha sido de las de en vena y de alta calidad.

La pelambrera de punta se me puso allá por el mes de octubre del año pasdo, cuando Gata atisbó a identificar los primeros “hygge indicios” en modo de decoración navideña. No tardando mucho, llegaron los primeros dulces navideños en las tiendas coincidiendo con Halloween. ¡Un horror hombre, que ya ni a las calabazas ni vivas ni muertas se respeta! Una no sabía si poner un “nissehue” (gorro de duende de navidad) al murciélago o calabaza de turno, o camuflar “los nisser” ( duendes de navidad) debajo de la gran oferta de sombreros de bruja.

Pero aquello era sólo el comienzo. El final de noviembre estaba ahí acechando y con él “los superjulefrokost” (comidas-meriendas-cenas de navidad) por doquier. En eso somos todos iguales, vikingos, gatos y marcianos, llega el final del año y amigos, hay que verse. ¿Qué no te has visto en todo el año? No importa, ahora, justo ahora, es “EL MOMENTO”. ¡Precisamente ahora!, Ahora, que todos andamos corriendo de julefrokost en julefrokost con la lengua fuera y entre medias de algún otro hygge- evento tipo, a saber:

– Fiesta juleklip, fiestas cuyo único objetivo es probar la motricidad fina de los progenitores vikingos y no vikingos, llevando al límite su paciencia mientras se rompen los dedos y se devanan los sesos pensando cómo bemoles se hará el corazoncito que tan alegremente cuelga en tooooodos los arbolitos de navidad.

– Hygge-desayuno a la luz de las velas, en el colegio del gatoking@ para despedir el año y ver los progresos cantores de los miniking@s.

– Hygge-Lucias dag en la guarde, con participiación del otro gatoking@ en la procesión y el correspondiente orgullo gatuno por ese porte felino que le distingue del resto.

– Hygge-SFO con el otro gatoking@

Y no sigo por no aburrir, y porque hasta yo me vuelvo a cansar sólo de leerlo…. Porque aunque parezca mentira además hay que encontrar un hueco para trabajar y de vez en cuando echar una siestecita felina.

Pero bueno la meta está ya ahí y superados el pato y los bailes alrededor del árbol, se acabó. Así, como lo oyen, dos meses de preparación flagelándonos con “jul” por todas partes, para después en unas cuantas horas liquidar el asunto. A Gata al principio le extrañaba, pero ahora casi que lo agradece.

¿Quién dijo fin? El fín de la navidad, está lejos, exactamente a unos 3000 kim y casi dos semanas después. Ventajas de familias biculturales. La navidad en las Hispanias espera, bueno la navidad, la familia, los amigos, los paseos por la zona centro que no pisaba en años cuando vivía en Gatolandia y que ahora es un “must” cada Navidad, las compras, las uvas, la cabalgata, los Reyes Magos y los virus.

Todos, perfectamente uniformados y en formación, nos esperan con sus minibrazos abiertos, para acogernos y darnos la bienvenida. ¡Qué detalle! Por si andan despistados hablo de los virus, no de mi familia que a Thor gracias cuentan con todas sus extremedidades y en las longitudes correspondientes.

¡Qué mala pata!-pensarán ustedes, amigos.

Pues sí y no. Les explico.

Gata es de las que se enferma poco, un catarro, sólo uno, eso sí, cuasi permanente en invierno, y poco más. Visto así, sí es mala pata volver a casa por navidad tipo El Almendro y que los virus decidan hospedarse en alguna parte de tu cuerpo.

Peeeero, hay que ser positivos, siempre hay un lado bueno en todo. ¿No lo han visto? Si está muy claro. ¡Los virus de Gatolandia me echan de menos! Me adoran, y en cuanto llego, me reconocen, se adosan a mí y no quieren dejarme ni a sol ni a sombra. Son mis más fieles acompañantes. Allá donde voy, vienen, se aferran con tanto ahínco que en algún momento hasta me lastran al sofá, pero nunca me abandonan.

Bueno sí, en cuanto atisban la terminal del aeropuerto, sigilosa y discretamente hacen “mutis por el foro “ (nunca mejor dicho), y allí se quedan, diciéndome adiós, agitando sus minipañuelos con sus minimanitas, y deseando volver a verme pronto.

Esto días he estado pensando en la importancia de estos miniseres, que no se crean que la tienen. Ya saben que cuando uno emigra, todo es nuevo, cultura, costumbres, horarios, comidas, idiomas, amigos e incluso virus. Uno puede llegar a somatizar todas esas novedades/carencias en forma de depresión en casos extremos, dicen. Hasta un nombre le han dado al episodio y para dotarlo de tintes epopéyicos, lo han bautizado como el “Síndrome de Ulises”, algo a lo que muchos en nuestra supina ignorancia hemos llamado simplemente “morriña” y “desubicación” (por no recurrir al archiconocido “¿pero qué CXXX se me ha perdido a mí aquí?).

Pero el síndrome de Ulises tiene su réplica, aún sin nombre, (o al menos Gata todavía no lo conoce), y todos los que vivan en otro país sabrán de lo que hablo, en las visitas a casa, que poco tiene ya que ver con la foto fija del momento en que el emigrante/expat de turno se marchó y que guarda como en oro en paño en esa parte del alma donde está todo lo importante.

Todo cambia, todos cambiamos, allí y aquí.

Por eso amigos, ahora entenderán lo agradecida que estoy a “mis virus de Gatolandia” por mantenerse fieles y esperarme con sus minibracitos abiertos cada año. Me hacen sentir que todo sigue igual, como en mi foto fija de aquel día de verano….

Read Full Post »

En estado post-fastelavn y después de reflexionar un par de días creo que es hora de poner las cartas sobre la mesa.

Un año más fiel al calendario han llegado: el tonel con el gato de cartulina pegado, el palo para darle con saña hasta romperlo, la corona de la reina, la corona de rey, los bollitos de «fastelavn» y los mismos disfraces de casi todos los años acompañados eso sí de los mismos prejuicios de siempre. Estos úlltimos, los prejuicios, no forman parte, al menos oficialmente, de tan querida fiesta por parte de la gente menuda y digamos, que no dejan de ser un aderezo que el mundo adulto añade de forma inconsciente y a todas luces bien intencionada pero insistentemente repetitiva.

Así al menos lo siente una.

Para los no iniciados en el mundo vikingo, «Fastelavn», es según dicen, el equivalente a la fiesta de Carnaval, pero mientras que para unos, más al sur, supone aprovechar una buena juerga previa a la cuarentena de recato que impone la Señora Cuaresma, para otros, más al norte, supone descargar las iras y depresiones causadas por la falta de luz apaleando al pobre gato que simboliza el invierno, la oscuridad y el mal. Tranquilos, no se me alteren, que el gato es de cartulina, eso sí muy en su papel, negro como el tizón, pero se cuenta, se rumorea que hasta hace un par de siglos se metía un pobre gato vivo dentro del tonel, al que apaleaban hasta romperlo, provocando la estampida de mi pobre antepasado. La creencia era que junto con él se expulsaba la oscuridad y el mal. Se pueden imaginar la alergia, quiero decir alegría, que me produce ver esta imagen repetida año tras año….. se me eriza mi pelambrera de Gata sólo de pensarlo…

La fiesta es de arraigo popular, y en todas las guaderías y colegios que se precien hay una. Y como el tiempo suele acompañar en las “templadas mañanas invernales” del mes de febrero, salvo que esté diluviando, es lo mismo si hay nieve o barro, ahí están en la zona de juego la recua de mini-vikingos en fila con palo en mano dispuestos a liberar sus malos rollos acumulados por culpa de los viajecitos de Sr. Lorenzo por otras tierras. Todos embutidos en sus monos de nieve con el traje de Batman o de Rapuntzel encima, pues de lo que se trata es de que vayan disfrazados. ¡Doy fé de que van disfrazados! Con tanta ropa debajo es fácil ver a alguna Blancanieves entradita en carnes que se la ha explotado el traje, alguna gitana perfectamente adaptada al medio con superbotas de invierno impermeables sobresaliendo bajo los faralaes, o a algún super héroe mega-extra musculado. ¡Dignos de exposición!

Los pobres lo disfrutan, que es de los que se trata, y el premio a tan aguerrida actividad, son las chuches que caen del tonel cuando se rompe, el cacao que se toman para entrar en calor y cómo no, el bollo típico de esta fiesta (“fastelavnsboller”).

Los disfraces como se pueden imaginar: innovadres, imaginativos, no impermeables, e identicos prácticamente todos los años en todos los sitios. Princesas de diferentes casas reales, hadas venidas de todo el mundo, super héroes de fuerzas y poderes diversos que acuden raudos a su congreso anual, algún que otro fantasma y bruja despistados que llegan adelantados o retrasados, según se mire, a Halloween y cómo no, la minoría étnica, que no se vayan ustedes a pensar que es sólo cuestión del pueblo de “Amanece que no es poco”. No, queridos amigos, no. La diferencia es que aquí en Vikingolandia, la minoría étnica está representada con “mucho arte y salero”, por una vikinguita de piel traslúcida, ojos claros, pelo rubio casi albino y super fino en el que apenas se agarra la flor, que se supone debe acompañar a todo buen traje de gitana. Como lo oyen, nos hemos convertido en la “minoría étnica” del carnaval vikingo. ¡Demos gracias a la globalización y los vuelos baratos a Málaga!.

A una le produce cierta gracia ver casi cada año una o varias réplicas vikingas de gitanas, a la par que puede comprobar que la gracia se va diluyendo a medida que, en un intento sin duda de hermanamiento con las raíces patrias, se dirigen a mí para preguntarme cuántos trajes de gitana, a los que llaman “traje de flamenco”, tengo yo, si los zapatos siempre los combinamos con los colores del traje, si nos los ponemos los domingos o sólo en fiestas… La encuesta es muuuuucho más larga pero no se trata de cansarles amigos, porque a todas luces perdería su poca gracia.

Una ha ido variando el semblante desde el estupor inicial ante una posible situación idiomática nueva y desconocida causante de la confusión en mi generada ante semejante batería de preguntas, pasando por, si ustedes me lo permiten, cabreo mayúsculo, hasta llegar a este estado de Nirvana en el que lo único que hago es sonreir y remitirles a la fuente de sabiduría universal, su majestad la Sra. Wikipedia.

¿Qué cómo he llegado a este estado? Pues fue gracias a una de esas mini réplicas vikingas de nuestras gitanas salerosas, quien alentada por su madre, se acercó a mí, y me puso sobre mis manos, sin mediar palabra ni sonido gutural alguno, unas castañuelas. Al cogerlas en mis manos, me dijo: ¡Tócalas Gata, tócalas!. Una, obediente, las tocó una y otra vez por su parte cóncava y convexa. La niña expectante miraba. Terminada la exploración, se las devolví. La madre a medio camino entre la sorpresa y la crispación por tamaño desmán a su retoña, preguntó porqué no «tocaba» las castañuelas como el resto de las mujeres de mi país…. En aquel momento con una sonrísa cual Mona Lisa le intenté explicar la realidad, pero una no está muy segura de sí consiguió su objetivo…

Porque amigos míos, mucho siglo XXI, mucha globalización y era de la información pero los prejuicios siguen disfrazando nuestras vidas…. y no sólo en carnaval.

Definición de prejuicio según la RAE (ref=»http://lema.rae.es/drae/?val=Prejuicio»&gt);
1. m. Acción y efecto de prejuzgar.
2. m. Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.

Read Full Post »

Older Posts »

Diario de un padre estresado

Los avatares de una "gata" por integrarse sin desintegrarse en el mundo vikingo.

Literatura nórdica

Un blog de Aurora Boreal

uno entre cien mil

Los avatares de una "gata" por integrarse sin desintegrarse en el mundo vikingo.

Una Mamá Española en Alemania

Los avatares de una "gata" por integrarse sin desintegrarse en el mundo vikingo.