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Archive for junio 2013

Hace un par de semanas, fue noticia por estas tierras de Odín, una noticia que sin duda puede traumatizar las futuras generaciones de “minihumanos” a nivel mundial: los muñecos de Lego están enfadados.

No, no, no se rían.

El tema es tan serio que unos concienzudos investigadores de la Universidad de Canterbury en Nueva Zelanda, en colaboración con un instituto polaco de nombre «Industrial Research Institute for Automation and Measurements» – ¿no había un grupo de investigación más cerca? me pregunto yo-, se han dedicado a estudiar 6000 muñequitos Lego. Ni uno más ni uno menos.

La conclusión es clara: la expresión de la cara de los muñequitos ha cambiado mucho desde su aparición en 1978 . Antes, su cara amarilla y la misma para todos era pura alegría, pero desde 1992 se ha obervado que sus gestos se han ido endureciendo hasta el punto de que “los sabios” las han clasificado según los sentimientos que transmiten en cuatro grupos: ira, tristeza, miedo y felicidad.

Curiosa por comprobar con mi vista felina si andaban en lo cierto, me he dado un paseito virtual por la web de Lego. Coincido con los “investigadores kiwis”:¡tremendas caras! Sólo se salvan las Lego Friends, el resto da mucho miedo.

El estudio ha dado para mucho, no se crean, porque todo un panel de expertos locales, entre ellos un legetøjsforsker-literalmente un investigador de juguetes- se ha planteado si este cambio en la expresión de los muñecos puede afectar al desarrollo emocional de los cachorritos humanos. Hasta el jefe de prensa de Lego ha comentado que los muñecos reflejan una realidad, los buenos y los malos, en definitiva, que el conflicto es una parte del universo- dice el buen vikingo.

¿Universo? ¿Pero este universo que menciona incluye a estas tierras vikingas? Porque si es así, no sé donde me hallo….

Si por algo se caracterizan estos “vikingos” del sur de Escandinavia, es por su aversión al conflicto. Esa necesidad rallando en ocasiones “lo enfermizo” de que “todo” se decida de común acuerdo, o al menos con una mayoría democrática representativa, hace que en ocasiones la toma de decisiones lleve, cómo les diría yo…»cierto tiempo”. Un suponer: me cuentan de una familia que ante la dificultad de encontrar fecha y hora adecuada en el calendario para el bautizo de uno de sus Gatoking@s, hace ya unos añitos, está a la espera de la llegada de la fecha de la confirmación (sacramento, que no el acto de ratificar algo) para hacerlo todo en un mismo pack. Comentan que en breve comenzará la planificación, a algo más de un lustro, no vaya a ser que no se llegue al ansiado acuerdo a tiempo. Tampoco esta vez. No me malinterpreten, ¡que ésto es sólo un suponer!

Contagiada por esta espiral de conjeturas sobre el muñeco Lego que ahora tiene cara de tremendo capullo, por cierto curiosamente su cara ya no es amarilla, debe ser cosa de la ira o de la globalización- ¡vaya usted a saber !- e intentando buscarle una explicación “ a este gran misterio vikingo” decidí mirar en el entorno a ver si encontraba una pista.

Está claro que para los muñecos que expresan felicidad se inspiraron en ellos mismos. De todos es sabido que suelen encontrarse entre los más felices del mundo, aunque este año han bajado muchas posiciones…..hasta el séptimo puesto, ni más ni menos. Cuando aterricé por estas tierras lo primero que me llamó la atención es que por lo general son de “sonrisa fácil a primera vista”. Me explico. Si por un casual te cruzas con un viking@ “no conocido” y las miradas coinciden, recibirás con mucha probabilidad una sonrisa. Es como si tuvieran un muelle que les estira la comisura de los labios en determinadas situaciones. No importa la edad, sexo o condición es un resorte generalizado. Coincidirán conmigo que siempre es mejor recibir una sonrisa, pero para que engañarles amigos, una ya ha aprendido que por lo general “sonrisa inicial de cortesía” ≠ aproximación alguna a contacto social”. Vamos que la sonrisa te la llevas puesta, pero no esperes mucho más.

¿Y los conocidos?-se preguntarán. Pues lo mismo, te sonreirán antes de que una tenga la oportunidad de desenfundar la mejor de sus sonrisas, ésa que tendrá que emplear con ahínco junto a sus otras habilidades sociales si quiere mantener cierto contacto social. Somos conocidos, ¿nooooo?. Y los conocidos se relacionan. ¿O no?

Sonrientes desde luego, pero “madre de Thor” lo que cuesta que te abran las puertas… ya no te digo las del corazón.

Con este perspectiva, los más felices o entre los más felices y en el “reino del no conflicto”, Gata sigue preguntándose en dónde se habrán inspirado “las mentes pensantes” del gigante juguetero para sus muñecos mosqueados. ¿Allende de sus fronteras?. Eso o ¿qué quizás la globalización ha llegado también a Vikingolandia….y por eso andan los muñecos de Lego enfurruñados?

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Y yo añadiría, entenderlo, comprenderlo, que no si ustedes sabrán que no siempre necesariamente significa lo mismo que entenderlo y finalmente dominarlo.

Está claro que cuando uno vive en otro país, hablar el idioma es una de las primeras necesidades con las que uno se encuentra. El idioma te abre puertas al mercado laboral, o al menos eso decían antes de esta crisis apolíptica en la que llevamos instalados más de un lustro, y además te permite hacer nuevos contactos, si consigues hacerte entender, y tienen suficiente paciencia para además comprenderte.

En el país del “netværk” (literalmente: red), quien tiene un contacto tiene un tesoro. Ya se sabe un contacto, lleva a otro y éste conoce a otro que ha oído que….. Nunca se sabe donde puede acabar esta “matrix” local de contactos, aunque mi experiencia, hasta ahora, es que suele acabar donde empezó, en una red de buenas intenciones, que te ha permitido aumentar tus contactos en Linkedin de manera que, ahora sí, parece que tienes una auténtica “netværk vikinga”. ¡Qué digo yo, una “netværk globalizada”!. Y ya saben amigos que ahora mismo en este mundo 2.0 lo único “real” es lo que existe en el mundo “on line”. El resto no se ve, ergo no existe.

Para la que suscribe no había dudas sobre la necesidad de hablar vikingo, no sólo era un reto personal, sino que estaba dispuesta a comprobar que Camilo José Cela, (Premio Nobel de Literatura 1989) se equivocó cuando dijo: “El danés no es un idioma sino una enfermedad de la garganta”. Doy fé que los vikingos tienen una gargante prodigiosa y resistente, pero claro la traen de serie, y la de Gata sigue intacta, aunque me temo que es por que maullo en gatuno más que de vez en cuando….pura supervivencia.

Ya les conté en los albores del blog, los pormenores de mi desembarco lingüístico. Ha llovido desde entonces, incluso alguna inundación ha habido también. Mi desarrollo idiomático ha ido lento pero seguro….¿Seguro? ¿Seguro que lento? A día de hoy, lo único seguro, es que a mí me ha parecido lentísimo. Una, Gata cotorra por naturaleza, echa de menos la versatilidad con la que marea al personal en gatuno, y no se acaba de acostumbrar a esa “minusvalía lingüística vikinga” que la asalta, la desalmada, cuando menos se lo espera, aún hoy después de tanto tiempo. ¡A Odín gracias, mucho menos ahora!

Este fin de semana tuve la ocasión de comprobar que aunque el entendimiento sea mutuo, el matiz que lleva a la compresión crea barreras invisibles tan evidentes que es difícil no sentirse aislado o cuando menos frustrado.

Asumido que el 90% de los vikingos “mumler” (literalmente: murmuran), fagocitan la mitad de las letras que dicen y hablan a una velocidad próxima al límite permitido de compresión, una sólo tiene que poner sus cinco sentidos a trabajar duro y al sexto, el sentido común, de guardía, para evitar pronunciarse sobre aquello que se cree se ha comprendido… cuando la realidad es que ni siquiera se ha entendido.

Menos mal que ayer mi sexto sentido, estaba alerta.

Andábamos la familia de recolecta de caracoles, cuando aparecieron unos vecinos. A su miniking@ le pareció la mar de interesante la actividad y se sumó a la “patrulla caracol”. La idea era coger un par de ellos, pero la cosa se fue animando y llegó un momento que el “vaso de insectos” (cubito de plástico con tapa con respiraderos y lupa de aumento) estaba a rebosar. Al padre vikingo le fascinó el invento y comenzó a hablar de su infancia y después de algo de “flamingo” (flamenco, el animal, ¡no se vayan a pensar!). Una, que era la jefa de la “patrulla caracol”, no prestó la suficiente atención a esta parte de la conversación. Es otra de mis discapacidades lingüísticas vikingas, sólo puedo prestar atención a una conversación. Me reincorporé más tarde y tentada estuve de hacer algún comentario, pero ahí estaba SextoSentido conteniéndome…

¡Menos mal!

De vuelta a casa, le comenté a mi Vikingo: ¿Es biólogo el vecino? Su cara me hizo intuir que no. Ataqué con una nueva pregunta: pero hablaba de flamencos, ¿no? Armándose de paciencia, resolvió el enigma. El vecino vikingo mencionó que cuando era pequeño hizo para sus animales una casita de “flamingo plade”. ¿Qué es “flamingo plade”? Ah, ¿no lo saben? Yo tampoco hasta ayer mismo. Pues ni más ni menos que el poliuretano de toda la vida para embalar y proteger materiales frágiles. Sí, ese blanco que se hace mil bolitas minúsculas en cuanto se rompe. El mismo.

¿A quién se le ocurre poner el nombre de «Flamenco» a un tipo de material de embalaje? Lo más normal es pensar que si estás hablando de caracoles, y se habla de «flamenco» sea el representante del mundo animal. ¿O no? Digan que sí, por favor….

Opté por reirme de mi misma antes de frustrarme. Sigo en ello.

No veo el siglo en que dominaré este idioma…

¿Comprenden ahora el porqué no basta sólo con entender? .

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